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DAMNIFICADOS DEL HURACÁN AÚN NO RECIBEN CABAL AYUDA OFICIAL

Esta nota fue publicada el 17 de septiembre de 1988 en la edición de Novedades de Quintana Roo.

Editor: Justo May Correa

Desesperación de miles de personas que perdieron sus hogares; brotes de enfermedades en la población infantil.

CANCÚN.- A pesar de que esta ciudad pugna por retornar a la normalidad 72 horas después de resentir los efectos del huracán “Gilbert”, la situación configura un panorama difícil para miles de personas que perdieron sus casas y todavía están alojadas En los refugios a donde el auxilio oficial no ha llegado suficiente y oportuno, y ya se presentan los primeros brotes de enfermedades, particularmente entre la población infantil.

 

Sin luz -más que muy parcialmente-, telecomunicaciones ni suficiente abasto, en estos momentos se registra un éxodo masivo  de gente, en especial la dedicada a la  industria de la construcción, la que en las últimas 48 horas ha formado grandes tumultos en la terminal de autobuses y sobre la avenida López Portillo, en los linderos de la zona del Crucero.

La población todavía no se recupera de la sicosis creada por los efectos del meteoro, y ante los informes de que los estragos fueron iguales o parecidos en otros puntos de la península, centenares de individuos se ven impulsados a salir de Cancún con el deseo de saber cómo se encuentran sus familiares en los estados de Yucatán y Campeche.

Para muchos, los mayores daños del paso del “Gilbert” por esta región ocurrieron en la zona hotelera, para otros fueron en la colonia Puerto Juárez, donde se concentra el grueso de la población -más del 70 por ciento de una cifra superior a los 200 mil habitantes-, y donde un elevado porcentaje de las viviendas están todavía  construidas con material endeble.

 

Lo cierto es que, de acuerdo con recorridos realizados por el personal de NOVEDADES antes y cuando aún no cesaban los momentos más violentos del fenómeno, en términos relativos los daños fueron  muy severos en ambos lados, igual que en el centro urbano.

Prácticamente todos los hoteles de playa registraron graves daños, pues sólo  un porcentaje muy pequeño de sus ventanales fue el que se salvó, amén de las averías interiores en costosos equipos y aditamentos complementarios a la actividad hotelera, como camas, cortinas, lámparas y otros muchísimos enseres. 

 

El monto de las pérdidas apenas empieza a cuantificarse, al mismo tiempo que se avalúa qué establecimientos están en condiciones de brindar servicio en un futuro inmediato.

Hasta el momento no se tienen datos completos sobre el número de heridos o muertos, pero se sabe de fuentes directas que fueron incontables los lesionados, principalmente a causa de la rotura de cristales.

Anteayer  jueves, al registrarse el primer día de calma,  brigadas de trabajadores se dedicaron a limpiar de árboles y postes caídos las principales vías de la ciudad y de la zona hotelera a fin de hacer expedito el camino.

 

En los próximos días de la situación será más complicada para los residentes de esta ciudad, en virtud de que los servicios no funcionarán para todos en varias semanas.

Por ejemplo, a pesar de que son numerosas las pipas que distribuyen agua para cientos de sedientas personas, aquellas no se dan abasto. Para salvar esta necesidad se ven obligados a recurrir a refrescos embotellados que también  han empezado a escasear.

Donde se detiene una pipa repartidora de agua, como por arte de magia se forman interminables colas. La preocupación es creciente en virtud de que saben que el líquido sólo servirá para el consumo de unas horas a esas numerosas familias.

 

Ayer mismo, brigadas de la Comisión Federal de Electricidad iniciaron la reparación de los postes de energía eléctrica caídos en el tramo entre Leona Vicario y Cancún, habida cuenta de que en esa zona se localizan los pozos que abastecen de agua potable a esta ciudad.

 

Es conveniente comentar que tan sólo en el tramo entre Valladolid y Cancún hay por lo menos un centenar de postes de energía vencidos por la fuerza del “Gilbert”, algunos de ellos todavía meciéndose sostenidos por los cables, a tres o cuatro metros sobre el pavimento.

Lo anterior hace suponer que, pese a los esfuerzos, serán varios días más los que carecerá de agua potable este centro turístico.

 

Por lo que corresponde al abasto de víveres, los consumidores se han visto en un predicamento para conseguirlos, si bien no han faltado totalmente. Sin embargo, son comunes las denuncias por abusos.

 

Los grandes centros comerciales han ido racionando sus existencias, y para evitar tumultos como los que se registraron inicialmente después de que cesó la tempestad, operan con cortinas bajadas, atienden a pequeños grupos que se introducen por las puertecillas, siempre bajo la vigilancia del ejército.

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